Los deseos se concretan, los sueños se materializan, somos capaces de cristalizar nuestros más íntimos delirios e ilusiones. El arte nos detona el ingenio, nos transfigura en creadores, en alquimistas entre los talentos y el empeño, entre la constancia y las obsesiones.
García Lorca decía que hay que tener “los sentidos amaestrados en un mundo que no es el nuestro”, pero Juanita Incoronato es un presagio que habita el conjunto de las fabulas, su mente mítica se hace una con su mano en la danza pincelar de su peregrinación estética.
Voyeurista de fantasías, la artista le infunde vitalidad a sus obras, las hace oníricas y eróticas, sagradas e imaginativas, disolviendo la realidad y la imaginación en el mismo crisol del tiempo, en el mismo espacio espectral del origen.
Niña grande, Una Princesita, seudónimo de Juanita, juega con lo arquetípico poetizando imágenes que van del pánico a lo mágico, del amanecer de la existencia al crepúsculo de lo fugaz y verdadero. Sus ojos ven más allá del inconsciente y sus dedos siembran flores y ojos, lugares e historias personales; su corazón no padece anhelos, pues ella es el reencuentro de luces y espejismos, de misterios y sombras.
El mundo interno de nuestra artista, articula las distintas caras de la consciencia, la objetiva, la simbólica, la mística, haciendo de sus ficciones obras con entidad pictórica. Para Jodorowsky “el inconsciente acepta el símbolo y la metáfora, dándoles la misma importancia que a los hechos reales. Esto lo han sabido los magos y chamanes de las antiguas culturas” y el universo psíquico de Juanita, nos revela y regala su fértil mundo de dragones.
En esta muestra inaugural ¡Todos somos iniciados!
Juanita nos bautiza cual sacerdotisa de la eterna paradoja, nos admite en su clan de catecúmenos, de buscadores ancestrales de quimeras, novicios exploradores del inconsciente colectivo; nos convierte en héroes combatientes de su campo imaginativo anidado de hechiceros y hadas, de ángeles, duendes y seducciones; nos invita a re-habitar los mitos, a re-mitologizar nuestros corazones, haciéndonos conscientes de esos, nuestros seres interiores, que conviven con nosotros, mimetizándose con la vida.
Volvamos al bosque a jugar como niños.
Liberemos nuevamente nuestros brujos interiores.
Recorramos, como ella, el laberinto de nuestras pesadillas y valentías.
Estimulemos al arco iris para colorear la libido y fluir como centellas y arreboles.
Contemplemos las obras de la Princesita, cabalguemos con el alma sus Pegasos y Unicornios.
Disfrutemos de instante en instante, el arte, como gozo de la vida eterna.
Don Rodrigo Martínez y Andrade Santiago de los Caballeros, Marzo 2012